martes, 20 de octubre de 2015



Sin apoyo social, esposas de migrantes padecen abandono
Por: Elizabeth Muñoz Vásquez, corresponsal

Cimacnoticias

Las esposas de migrantes presentan niveles bajos de autoestima y olvidan su vida sexual, debido a la responsabilidad que les implica resolver las necesidades de la casa, la economía y la educación de las y los hijos.


María Martina Dimas Bolaños, egresada de la Maestría en Desarrollo Regional de El Colegio de Tlaxcala, en su tesis “El impacto psicológico en las mujeres ante la migración internacional del jefe de familia. El caso de San Francisco Tetlanohcan, Tlaxcala”, explica que la baja autoestima en las mujeres se debe a que su vida se modifica por completo ante la migración de su pareja, pues asumen el sostén total de la familia ante la ausencia del cónyuge.


La mayoría de las ocasiones, agrega la investigadora, las mujeres tienen que solventar los gastos hasta el envío de la primera remesa, o cuando el marido deja de enviar recursos durante varios meses sin explicación alguna, lo que les genera conflictos emocionales.

En otros casos, las mujeres tienen que vivir una “doble vida”, pues aun cuando el marido tiene otra pareja, “siguen bajo su mando, lo que les ocasiona baja autoestima y afectaciones en su vida sexual, pues la mayoría de las mujeres tratan de olvidar sus necesidades y sus sentimientos por respeto a sus hijos y a sus familiares”.

“Hay mujeres que afirmaron tener que soportar el hecho de que su marido tenga otra mujer, pues las hace sentirse heridas en su orgullo, en su amor propio, y sin embargo no toman la decisión de separarse”, indica María Martina Dimas.

Patricia, esposa de un migrante, relata que siempre que su esposo se iba a trabajar fuera de Tetlanohcan, aunque fuera solo por un par de meses, ella se sentía mal.

“Un día vino un vecino de esos que les llaman ‘coyotes’ y lo convenció para que se fuera a Estados Unidos y le pidió 2 mil pesos; pedimos prestado mil pesos para completar y hasta se puso a llorar cuando se despidió de mis hijos.

“Después cuando ya estaba allá me empezó a mandar cada quincena muy poco dinero y yo no sabía por qué no me enviaba más, pero después me enteré que cuando se fue se llevó a una señora que traía desde antes que se fuera a Estados Unidos, le llamé para preguntarle si era cierto y lo negó”.

Finalmente comenta que la partida de su esposo afectó su vida sexual, “pues ya no es igual cuando uno tiene relaciones, ya me acostumbre a estar sola, no puedo tener otra pareja por respeto a mis hijos y a mi familia”.

“Se van para superarse y se olvidan que tienen familia; no es que esté en contra de mi esposo, pero me falló, tardó medio año sin enviar dinero, sin comunicarse, ni siquiera con mis hijos; hace dos meses que empezó a hablar, no me da ninguna explicación y sólo dice que tuvo un problema”, cuenta por su parte Norma.

Narra que ella empezó a buscar trabajo para mantener a sus hijos, pero sus suegros le dijeron que no, porque los iba a descuidar y por eso se quedó únicamente a vender comida.

Dice desconocer si su esposo va a regresar, pues se fue en el año 2000. Vino en una sola ocasión hace tres años a Tetlanohcan, “mi hermana me dijo que tiene otra mujer y para mí es muy duro, por mis hijos y porque me falló”, lamenta.

Las siete mujeres entrevistadas para la investigación de María Martina Dimas quedaron con la completa responsabilidad del cuidado de las y los hijos, su manutención y educación.

El 30 por ciento de las entrevistadas manifestó que ante la ausencia del esposo, adquirieron la responsabilidad de todas las labores agrícolas de su terreno y eso les generó una sobrecarga de trabajo, aunada a las tareas del hogar y el cuidado de hijos o suegros.

Dimas Bolaños subraya que ya sea porque las mujeres dejan de recibir las remesas de sus cónyuges o bien porque son insuficientes, 42 por ciento de ellas están obligadas a buscar trabajo; 14 por ciento recibe la ayuda de su familia, y 56 por ciento se limita a la remesa que reciben. 

Mientras, 71 por ciento de las entrevistadas aseguró guardarle “fidelidad” a su esposo por respeto a su familia y porque esperan a que él regrese, y otro 14 por ciento dice estar convencidas de que su cónyuge no va a retornar debido a que ya tiene otra pareja.

Los resultados anteriores, afirma la investigadora, muestran las “enormes consecuencias emocionales que padecen las mujeres que se quedan, revelan resentimiento, dolor, tristeza y heridas en su orgullo, en su amor propio, el abandono les significa el constreñimiento de su sexualidad y su deber como esposas es esperar a sus cónyuges, guardar ‘fidelidad’, porque si transgreden ese mandato son mal vistas en sus comunidades”.

El municipio de San Francisco Tetlanohcan, donde se realizó la investigación, tiene a nivel estatal la mayor concentración de población indígena con 13.18 por ciento. Se ubica en la región centro-sur de la entidad, en las faldas del volcán Malintzin.

Desde la década de los años 80 se considera entre los principales municipios del estado con un alto porcentaje de pobladores migrantes, pues diversos estudios señalan que entre 30 y 40 por ciento de las familias tienen por lo menos un familiar migrante, ya sean tíos, hijos, hijas, esposo, esposa, primo o nietos, y recientemente un alto índice de migración de jóvenes.

13/EVM/RMB

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